por Pedro Braillard Poccard
El optimismo es un motor indispensable para toda causa que busque coronarse con el éxito. Pero no administrado con criterio también puede convertirlo en ese baqueano que pierde la huella y desdibuja -en el mejor de los casos- aquella meta o -en el peor- la convierte en inalcanzable.
Hecha esta aclaración inicial, nos permitiremos comenzar estas líneas con un entusiasmo moderado, el que permiten tiempos de pandemia que nublan el horizonte mundial, probablemente por todo lo que reste de este 2020.
Y esta licencia puede asumirse en la Argentina porque por distintos motivos -que no analizaremos en detalle en esta nota- el avance del Covid-19 no produjo los estragos que sí se registraron en países a los que se juzgaba materialmente más preparados para afrontar un escenario como este, aún con todas las singularidades que tiene.
Es evidente que fue central en este logro (parcial aún, pero logro al fin) la reacción de las autoridades en todos sus escalonamientos jurisdiccionales: Nación, provincias y municipios, que rápidamente coincidieron en sumarse a una estrategia común para contener el avance de un enemigo letal, que sorprendió al mundo entero.
Este solo dato nos da argumentos para esbozar ese optimismo al que aludimos al comienzo. En un país como el nuestro, atravesado por enconos políticos que muchas veces parecen insalvables, se logró una unanimidad para la acción entre gobernadores, Nación, municipios, cámaras empresarias, sindicatos y demás actores de la sociedad, que dejaron de lado muchas de esas diferencias para atender la inédita urgencia de una pandemia.
En tanto legislador de una provincia de larga lucha reivindicatoria del federalismo, durante mucho tiempo debimos lidiar con un centralismo desdeñoso. Y si bien esta actitud recién comenzó a revertirse en los últimos años, el escenario impuesto por el coronavirus bien podría haber generado un retroceso en este campo y no fue así.
Por el contrario, el diálogo entre Nación y provincias primó (y prima) en todo momento, incluso al punto de lograr consenso también para asumir una renegociación de deuda soberana en condiciones excepcionales impuestas (entre otros factores) por esta misma pandemia.
Si bien puede sonar apresurado hablar de post pandemia, creemos indispensable capitalizar logros como este hacia el futuro. Será de enorme valor para el país lograr mantener este nivel de coordinación y entendimiento para la acción. Más aún cuando científicos y organismos internacionales anticipan que habrá que prepararse para la recurrencia de situaciones como la que aún se viven hoy por este coronavirus.
La cooperación y la coordinación deben ser, entonces, valores a sostener en la práctica entre todos los niveles de autoridad del país. Y no deberían relajarse en ningún momento, aun cuando se logre contener este brote.
El ejercicio adquirido en materia sanitaria debe sostenerse para prevenir y reaccionar todavía mejor ante posibles resurgimientos de escenarios de crisis y, en el “mientras tanto”, servir para atender otras urgencias sanitarias endémicas que tiene la Argentina y cuya atención merece y exigirá en su momento igual énfasis y responsabilidad colectiva que la que mostramos como sociedad en la actual coyuntura.
Se dice con tono de frase hecha que “el coronavirus cambió al mundo tal cual como lo conocimos hasta ahora”. Sea o no cierta esa frase -aunque todo indica que sí lo es- pensar en cómo afrontar ese porvenir es algo que debemos comenzar desde ya.
(*): Senador nacional por Corrientes de Juntos por el Cambio. Especial para NA.